UNA CASA CON UN ARBOL ADENTRO (3)
Y así transcurrió el tiempo y así también nos convertimos en mártires, los escuadrones de erradicación de la flora silvestre autóctona con una teoría fascista llamada la mata que mata hicieron lo suyo, persiguieron con sevicia cuanta planta había, sin importar que esta fuera como nuestro árbol, toda hierba fue arrancada de cuajo por las brigadas alentadas por el gobierno con consignas nacidas de los laboratorios de procesamiento de drogas sintéticas, ningún argumento fue valedero para impedir su paso de tierra arrasada, las vacas eran dueñas de campos enteros que antes habían sido pródigos sembrados y crecían por doquier sembradíos de palmas de aceite y otras que también producían combustible. Los ríos se contaminaron de mercurio y cianuro ante la fiebre del oro, las empresas globales de comercialización del oro, con sus enormes dragas se aposentaron en los enormes ríos que atravesaban lo que el representante del gobierno llamaba la patria. Entonces poco a poco fuimos aniquilados, como se aniquilaron las matas que matan, la consigna rindió sus frutos, muerte reino en toda la llamada patria, el concreto y el cemento, se apoderaron poco a poco de los lugares más hermosos, las fuentes de agua más pura se entregaron para ser embotelladas y vendidas en los supermercados, y el desierto creció vertiginoso, y el sol abrasador se enseñoreo del trópico. Los pocos que quedamos nos hemos encargado de guardar el tesoro de las matas que matan, conservamos sus semillas y en la clandestinidad sembramos lo que mata del miedo a los devoradores de lotos, el grupo paramilitar que sucedió a los héroes del hacha asesina y la motosierra.